martes, 2 de agosto de 2011

¿SE CONTRADICE LA BIBLIA?




SI LA Biblia es realmente la Palabra de Dios, debería ser armoniosa, no debería contradecirse. Entonces, ¿por qué parece que unos pasajes contradicen a otros? Para contestar eso hay que recordar que aunque la Biblia es la Palabra de Dios, fue escrita por una diversidad de hombres durante un período de varios siglos. Aquellos escritores tenían diferentes antecedentes, estilos de escritura y talentos, y todas aquellas diferencias se reflejan en lo que escribieron.


 Además, cuando dos o más escritores consideran el mismo suceso, uno de ellos pudiera dar detalles que otro omitiera. También, diferentes escritores tratan de diversa manera el asunto que consideran. Un escritor pudiera considerar el asunto cronológicamente, mientras que otro pudiera optar por un orden diferente. En este capítulo presentaremos algunas supuestas contradicciones de la Biblia y consideraremos cómo pueden armonizarse, tomando en cuenta los puntos que hemos mencionado.


Surgen “contradicciones” cuando se dan dos o más relatos del mismo incidente. Por ejemplo, en Mateo 8:5 leemos que cuando Jesús vino a Capernaum “se le acercó un oficial del ejército, y le suplicó” que curara a su criado. Pero en Lucas 7:3 leemos que aquel oficial del ejército “envió a él algunos ancianos de los judíos a pedirle que viniera a sacar de peligro a su esclavo”. ¿Habló a Jesús el oficial del ejército, o envió a los ancianos a hacerlo?


 Tenemos una ilustración de esto en 2 Crónicas 3:1, donde leemos: “Por fin Salomón comenzó a edificar la casa de Jehová en Jerusalén”. Después, leemos: “Así acabó Salomón la casa de Jehová”. (2 Crónicas 7:11.) ¿Construyó Salomón personalmente el templo desde el principio hasta el fin? ¡Claro que no! Una multitud de artesanos y obreros efectuó la construcción misma. Pero Salomón fue el organizador de la obra, el responsable de ella. Por eso la Biblia dice que él construyó la casa. De igual manera, el Evangelio de Mateo nos dice que el comandante militar abordó a Jesús. Pero Lucas da el detalle adicional de que lo hizo mediante los ancianos judíos.
Considere otro ejemplo similar. Mateo 20:20, 21 dice: “Se le acercó [a Jesús] la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, rindiéndole homenaje y pidiéndole algo”. Ella pidió que sus hijos recibieran la posición más favorecida cuando Jesús entrara en su Reino. El relato de Marcos dice lo siguiente sobre este mismo suceso: “Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron: ‘Maestro, queremos que hagas por nosotros cualquier cosa que te pidamos’”. (Marcos 10:35-37.) ¿Quién presentó la solicitud a Jesús?, ¿los dos hijos de Zebedeo, o la madre de ellos?
 Es obvio que los dos hijos de Zebedeo hicieron la solicitud, como declara Marcos. Pero la hicieron mediante su madre. Ella fue su portavoz. Esto lo apoya Mateo al informar que cuando los demás apóstoles oyeron lo que había hecho la madre de los hijos de Zebedeo no se indignaron con la madre, sino “con los dos hermanos”. (Mateo 20:24.)
 ¿Ha oído usted a dos personas describir un suceso que ambas han visto? Si así es, ¿ha notado que cada una enfatiza los detalles que le han causado impresión? Una quizás omite cosas que la otra menciona. Sin embargo, ambas personas dicen la verdad. Lo mismo pasa en los cuatro relatos evangélicos del ministerio de Jesús, y en el caso de otros sucesos históricos informados por más de un escritor bíblico. Cada escritor ha presentado información exacta aunque alguno haya registrado detalles que otro haya omitido. Al considerar todos los relatos se puede obtener mejor entendimiento de lo que ha sucedido. Esas variaciones prueban que los relatos bíblicos son independientes. Y su armonía esencial prueba que son verídicos.
 Muchas veces la supuesta falta de armonía se puede resolver con solo examinar el contexto. Por ejemplo, considere la pregunta que suele surgir respecto a la esposa de Caín. En Génesis 4:1, 2 leemos: “Con el tiempo [Eva] dio a luz a Caín y dijo: ‘He producido un hombre con la ayuda de Jehová’. Más tarde volvió a dar a luz, a su hermano Abel”. Como es bien sabido, Caín mató a Abel; pero después leemos que Caín tuvo una esposa e hijos. (Génesis 4:17.) Si Adán y Eva tenían solo dos hijos, ¿de dónde vino la esposa de Caín?
La solución está en el hecho de que Adán y Eva tuvieron más de dos hijos. El contexto indica que tuvieron una familia grande. Génesis 5:3 dice que Adán llegó a ser padre de otro hijo llamado Set y, luego, en el versículo siguiente, leemos: “Llegó a ser padre de hijos e hijas”. (Génesis 5:4.) De modo que Caín pudo haberse casado con una de sus hermanas o hasta con una de sus sobrinas. En aquella época temprana de la historia de la humanidad, cuando el género humano estaba tan cerca de la perfección, evidentemente un matrimonio de esa índole no presentaba para la prole de aquella unión los riesgos que presentaría hoy.
 El considerar el contexto también nos ayuda a entender lo que algunos han llamado un desacuerdo entre el apóstol Pablo y Santiago. En Efesios 2:8, 9 Pablo dice que los cristianos se salvan por fe, no por obras. Dice: “Ustedes han sido salvados mediante fe [...] no [...] debido a obras”. Sin embargo, Santiago insiste en la importancia de las obras. Escribe: “Como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. (Santiago 2:26.) ¿Cómo pueden armonizarse esas dos declaraciones?
 Al considerar el contexto de lo que dijo Pablo, hallamos que esas declaraciones se complementan. El apóstol Pablo se refiere a los esfuerzos de los judíos por observar la Ley de Moisés. Ellos creían que serían justos si observaban todos los detalles de la Ley. Pablo señaló que eso era imposible. Nunca podemos ganarnos la justicia —y así merecer la salvación— por nuestras propias obras, porque somos inherentemente pecaminosos. Solo podemos ser salvos mediante la fe en el sacrificio de rescate de Jesús. (Romanos 5:18.)

Sin embargo, Santiago añade el punto vital de que la fe por sí misma carece de valor si no la apoyan acciones. La persona que afirma tener fe en Jesús debe demostrarlo por lo que hace. La fe inactiva es una fe muerta y no lleva a la salvación.

 El apóstol Pablo está en plena armonía con eso, y a menudo menciona la clase de obras que los cristianos deben hacer para demostrar su fe. Por ejemplo, a los romanos escribió: “Con el corazón se ejerce fe para justicia, pero con la boca se presenta declaración pública para salvación”. El hacer una “declaración pública” —compartir nuestra fe con otros— es vital para la salvación. (Romanos 10:10; véanse también 1 Corintios 15:58; Efesios 5:15, 21-33; 6:15; 1 Timoteo 4:16; 2 Timoteo 4:5; Hebreos 10:23-25.) Sin embargo, ninguna obra que haga el cristiano, y ciertamente ningún esfuerzo por cumplir la Ley de Moisés, le ganará el derecho a la vida eterna. Este es “el don que Dios da” a los que ejercen fe. (Romanos 6:23; Juan 3:16.)  

 Hubo ocasiones en que los escritores de la Biblia informaron acerca del mismo suceso desde puntos de vista diferentes, o presentaron sus relatos de maneras diferentes. Cuando se toman en cuenta esas diferencias, se hace fácil resolver otras aparentes contradicciones. Un ejemplo de esto se halla en Números 35:14, donde Moisés llamó el territorio al este del Jordán “este lado del Jordán”. No obstante, Josué, al hablar sobre la tierra al este del Jordán, la llamó el “otro lado del Jordán”. (Josué 22:4.) ¿Cuál es la descripción correcta?

 En realidad, las dos son correctas. Según el relato de Números, los israelitas todavía no habían cruzado el río Jordán para entrar en la Tierra Prometida, de modo que para ellos el este del Jordán era “este lado”. Pero Josué ya había cruzado el Jordán. Ahora estaba, físicamente, al oeste del río, en la tierra de Canaán. Por eso, para él el este del Jordán era el “otro lado”.

 Además, la construcción que se haya dado a un relato puede producir una aparente contradicción. En Génesis 1:24-26 la Biblia indica que los animales fueron creados antes del hombre. Pero parece que en Génesis 2:7, 19, 20 dice que el hombre fue creado antes de los animales. ¿A qué se debe la discrepancia? A que los dos relatos de la creación consideran el asunto desde dos puntos de vista diferentes. El primero describe la creación de los cielos y la Tierra y todo lo que hay en ellos. (Génesis 1:1–2:4.) El segundo se concentra en la creación de la raza humana y su caída en el pecado. (Génesis 2:5–4:26.)

 El primer relato se ha construido cronológicamente, dividido en seis “días” consecutivos. El segundo está ordenado según la importancia de los asuntos. Después de un breve prólogo, este relato lógicamente pasa de inmediato a la creación de Adán, puesto que él y su familia son el asunto que se considera. (Génesis 2:7.) Luego se va introduciendo otra información según parece necesaria. Aprendemos que después de su creación Adán iba a vivir en un jardín en Edén. Por eso, entonces se menciona el plantamiento del jardín de Edén. (Génesis 2:8, 9, 15.) Jehová le dice a Adán que ponga nombre a “toda bestia salvaje del campo y toda criatura voladora de los cielos”. Por eso, llega el tiempo de mencionar que “Jehová Dios estaba formando del suelo” todas aquellas criaturas, aunque la creación de ellas había empezado mucho antes de que Adán viniera a la existencia. (Génesis 2:19; 1:20, 24, 26.)
 A veces todo lo que se requiere para resolver aparentes contradicciones es leer con cuidado el relato y razonar sobre lo que se dice. Un ejemplo de esto se ve al considerar la conquista de Jerusalén por los israelitas. Se incluyó a Jerusalén en la herencia de Benjamín, pero leemos que la tribu de Benjamín no pudo conquistarla. (Josué 18:28; Jueces 1:21.) También leemos que Judá no pudo conquistar a Jerusalén... como si Jerusalén fuera parte de la herencia de Judá. Con el tiempo, Judá derrotó a Jerusalén, y la quemó con fuego. (Josué 15:63; Jueces 1:8.) Sin embargo, también hay un registro de que centenares de años después David conquistó a Jerusalén. (2 Samuel 5:5-9.)

 A primera vista todo esto pudiera parecer confuso, pero en realidad no hay contradicciones. De hecho, la frontera entre la herencia de Benjamín y la de Judá se extendía a lo largo del valle de Hinón, precisamente cruzando la antigua ciudad de Jerusalén. Lo que después se llamó la Ciudad de David en realidad estaba en el territorio de Benjamín, como dice Josué 18:28. Pero es probable que la ciudad jebusea de Jerusalén se extendiera a través del valle de Hinón y así penetrara en el territorio de Judá, de modo que Judá, también, tuviera que pelear contra los habitantes cananeos de esta.

 Benjamín no pudo conquistar aquella ciudad. En cierta ocasión, Judá sí conquistó a Jerusalén y la quemó. (Jueces 1:8, 9.) Pero parece que las fuerzas de Judá siguieron adelante, y algunos de los habitantes originales volvieron a tomar posesión de la ciudad. Después, formaron un foco de resistencia que ni Judá ni Benjamín pudieron remover. Así, los jebuseos permanecieron en Jerusalén hasta que David conquistó aquella ciudad centenares de años después.

Nos encontramos con un segundo ejemplo de esto en los Evangelios. Sobre cuando se llevaban a Jesús para darle muerte, el Evangelio de Juan dice: “Cargando el madero de tormento para sí mismo, él salió”. (Juan 19:17.) Sin embargo, Lucas dice: “Ahora bien, al llevárselo de allí, echaron mano de Simón, cierto natural de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima el madero de tormento para que lo cargara detrás de Jesús”. (Lucas 23:26.) ¿Quién cargó el instrumento de muerte?, ¿Jesús, o Simón?
 Es evidente que al comienzo Jesús cargó su propio madero de tormento, como señala Juan. Pero después, como testifican Mateo, Marcos y Lucas, se obligó a Simón de Cirene a que lo cargara por Jesús el resto del camino hasta el lugar donde Jesús fue ejecutado.
Es verdad que en la Biblia hay declaraciones que parecen contradecirse y que no se armonizan con facilidad. Pero no debemos suponer que son verdaderas contradicciones. Muchas veces se trata de que no se dan todos los detalles. La Biblia suministra suficiente conocimiento para satisfacer nuestra necesidad espiritual. Pero si nos diera todos los detalles de cada suceso mencionado, sería una enorme biblioteca de difícil manejo, en vez del libro práctico y manejable que tenemos hoy.

 Con exageración justificable, el apóstol Juan escribió lo siguiente acerca del ministerio de Jesús: “Hay, de hecho, muchas otras cosas también que Jesús hizo, que, si se escribieran alguna vez en todo detalle, supongo que el mundo mismo no podría contener los rollos que se escribieran”. (Juan 21:25.) ¡Más imposible aún sería hacer un registro detallado de la larga historia del pueblo de Dios desde los tiempos de los patriarcas hasta los días de la congregación cristiana del primer siglo!

 En realidad, la Biblia es un milagro de condensación. Contiene suficiente información como para que podamos reconocer en ella más que simplemente una obra humana. Las variaciones que contiene prueban que los escritores eran en verdad testigos independientes. Las “discrepancias” no son necesariamente contradicciones
El teólogo Kenneth S. Kantzer en cierta ocasión ilustró cómo dos informes del mismo suceso pueden parecer contradictorios y, sin embargo, ser verídicos. Escribió: “Algún tiempo atrás la madre de un buen amigo nuestro murió. La primera vez que oímos de ello fue por un amigo de confianza mutuo que dijo que cuando la madre de nuestro amigo estaba en una esquina esperando un autobús había sido atropellada por otro autobús que pasaba, y que ella murió como resultado de las heridas pocos minutos después”.
Más tarde el Sr. Kantzer oyó un informe muy diferente. Dice: “Por el nieto de la difunta supimos que ella había estado envuelta en un choque, que salió despedida del auto en que viajaba y murió instantáneamente. El joven estaba muy seguro de lo que decía.
“Mucho después [...] procuramos armonizar los hechos. Nos enteramos de que la abuela había estado esperando un autobús, fue atropellada por otro y recibió heridas graves. Gente en un automóvil que pasaba la metió en su vehículo para llevarla con rapidez al hospital, pero en la prisa este auto había chocado con otro. El choque lanzó fuera a la abuela, que murió instantáneamente”.
Sí, dos relatos del mismo suceso pueden ser ciertos aunque parezcan discrepantes. Eso es lo que sucede a veces con relación a la Biblia. Puede que testigos independientes den detalles del mismo suceso. Sin embargo, en vez de contradecirse, los relatos se complementan, y si tomamos en cuenta todos los relatos, entendemos mejor lo que ha sucedido.
 
 
  
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 

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